Un país que no da de comer a sus hijos no merece el nombre de patria ni su bandera ser venerada. Al fin y al cabo por qué me voy a partir el pecho por algo insustancial que no cubre mis necesidades. Sin embargo, hasta el más duro y castigado de los territorios ofrece siempre la ración que necesitamos. Por eso se apegaron a él nuestros antepasados y nosotros seguimos sintiéndonos parte de ese pedazo de tierra que hemos heredado.
Cuando la humanidad comenzó su aventura en este Planeta, el instinto le llevó a agruparse y buscar el lugar más adecuado. Desde el inicio fuimos territoriales y asociativos, y la expansión por la conquista de nuevos paraísos vino dada por la propia competencia de los hábitats. Fue una lucha sin cuartel por la supervivencia, donde las expulsiones territoriales se tachan, quizás, con el espíritu de aventurero explorador. Pero esa inquietud creo, en mi modesto entender, se cae por sí sola ya que cuando uno se encuentra plenamente realizado no se mueve, normalmente, a buscar nuevos horizontes.
En ese caminar de la especie humana es difícil precisar cuando los dominantes del grupo o tribu se convirtieron en señores del poder. Hasta entonces la premisa era el beneficio del grupo y todo era compartido por la propia necesidad de amparo de los unos y los otros. Y los escasos privilegios del “organizador” eran más una carga de responsabilidad que beneficio personal. Fue tal vez el cambio de actitud por la propia inteligencia humana que convierte las reyertas entre los propios grupos, que terminaban con la aniquilación del otro, lo que despierta la compasión humana y les perdona la vida convirtiéndolos en esclavos de los vencedores. Y arrancan las pasiones que ahora gobiernan el mundo.
Esta breve introducción viene al caso de cómo está divida la sociedad humana. Y por qué los territorios que delimitaron y que ahora se llaman naciones o países son siervos de unos pocos y flagelan a la inmensa mayoría. Y no voy caer en la tentación de justificarlo en que los avances que se produjeron desde al primer ser humano que se le ocurrió controlar el fuego hasta la navegación por Internet de hoy son la causa. Todos los avances sociales y tecnológicos fueron creados para beneficio común y mejorar la calidad de vida de todas las personas. El problema está en que aquellos ancestros nuestros que descubrieron las virtudes del poder las transmitieron con saña y nuevas técnicas para controlar en beneficio propio todas esas mejoras y dominar sin piedad en nuevas formas de esclavitud a la gran masa.
La brutal crisis que nos azota, dicen la peor de los últimos 80 años y que yo me atrevo a decir que quizás de siglos, es el fruto del juego de estos “señores” del poder que nos gobiernan. Dar hoy, para quitar mañana. Todo es a préstamos y con unos intereses insostenibles para la gran mayoría de la población. La pobreza siempre fue la base de las grandes fortunas. Y luego la promesa de un esperanzador futuro, el control total para sustentarse en sus pedestales. Nada ocurre porque sí, todo está perfectamente organizado y son suficientes unas migajas a la desconsolada masa para crear ídolos, imperios y dioses del poder. Y cuando comience a despertar de su letargo esa sociedad acuartelada, nueva vuelta de tuerca y a empezar otra vez. Así se escribe la historia de eso que llamamos naciones o países: bajo el yugo de nuevas creaciones supranacionales y el escudo de la globalización.
No voy yo explicar aquí las medidas de recortes que se están aplicando en todo el mundo disfrazadas de diversas formas, pero impuestas desde las mismas estructuras del poder que controla el mundo, pues son de sobra de todos conocidas y que tan solo generan hambre y destrucción de los pilares esenciales de cualquiera de las sociedades que pueblan el planeta. Y lo peor es que nos convencen de que no hay otra solución. Y es aquí donde yo, en mis “alucinaciones”, sí veo que las naciones o países de ensueño son posibles.
¿En qué baso yo tal afirmación ante las mentes preclaras que diseñan los planes económicos, políticos y sociales mundiales? Precisamente en romper los serviles mensajes de estos preclaros que sustenta el poder y retomar la esencia misma que hizo en los orígenes que no se extinguiera el grupo. La socialización de las ideas y las decisiones que afectan a la tribu. Y es en esa participación donde se asienta el bien común y si solamente hay un trozo de pan se reparte entre todos sin excepciones.
La acumulación de dinero en unas pocas manos deja a las clases medias y bajas sin recursos materiales para generar riqueza. Pero bien entendido, riqueza social y para la sociedad y familia que es la base donde se cuece todo. Por lo que la primera medida es meter en cintura a esos “yupis” y que la moneda corra.
- Controlar los depósitos bancarios para que vayan destinados a las familias, autónomos, medianos y pequeños empresarios que son los que generan empleo, ahorro y gasto. Lógicamente, si en vez de salvar el “chiringuito” financiero desde los bancos nacionales se financian las hipotecas y se devuelven a sus auténticos propietarios las viviendas desahuciadas, daremos un gran paso para activar de nuevo el sector que las construye.
- Si el país o nación es de todos, nadie tiene derecho a apropiarse de nada de él. Por lo que, por ejemplo en España, abrir un período de reposición de un máximo de seis meses para que todos los que se han apropiado de algo indebidamente lo devuelvan. Una vez finalizado ese período, investigación de todos los que en los últimos 30 años han ostentado cargos públicos o recibido subvenciones. La riqueza que se generaría para el estado se escribiría con “B” de billones. Con ellos activaríamos las inversiones públicas, pagaríamos la deuda generando riqueza y empleo.
La armonización de las administraciones es fundamental para construir un estado ágil y productivo. Los técnicos son los que deben dirigir las distintas instituciones y no los cargos políticos.
- Reforma y reducción de puestos en todos los órganos de gobierno nacionales, autonómicos o federales, provinciales y locales. Eliminación de privilegios que tan solo podrían conservar determinados puestos del gobierno. Y eliminación de todas las designaciones a dedo para las distintas instituciones y administraciones. La politización de las mismas no mejora las prestaciones y sí genera tensiones que perjudican al funcionamiento de las mismas.
- Reforma y optimización de las instituciones sanitarias con la creación de comisiones de los propios profesionales que aportarían las precisas soluciones que luego rubricaría el gobierno. La dirección de las mismas caería en manos de los más meritorios de los técnicos elegidos democráticamente. La sanidad es un derecho que redunda en beneficio para el país.
- Reforma y optimización de las instituciones educativas con las mismas premisas del punto anterior. Estudios para todos debe ser el principal objetivo del gobierno, con la financiación de los estudios y estancias y el “cobro” con dos años de prestaciones en las instituciones del estado (además, sería un buen complemento para la formación). La cultura es la base sobre la que se asienta el futuro de un país.
- Reforma y optimización de las instituciones de seguridad del estado, bajo los mismos requisitos de los puntos anteriores. La seguridad es un derecho que da estabilidad a los países. La creación de una gran ciudad para la rehabilitación de los condenados, dotada de tejido empresarial y comunidad compartida con sus familiares y con todos los servicios básicos de una ciudad. El pan se gana hasta en la cárcel y la educación debe impartirse tanto a los adultos que carecen de ella como a los incipientes delincuentes para reinsertarlos socialmente. La financiación de la edificación de esta estructura vendría de la venta de las distintas penitenciarías distribuidas por el país y de recursos privados.
- Reforma y optimización de las instituciones judiciales con total independencia de los poderes políticos, de la misma forma que los puntos anteriores. Los méritos y elección democrática determinarán los puestos de responsabilidad y los puestos de las más altas instituciones. Todo el código civil debe ser revisado, reformado y actualizado con leyes simples, directas y eficaces en su ejecución, rapidez y aplicación. La justicia es el garante de la sociedad justa y civilizada.
El trabajo es un derecho y no una obligación. Que además genera riqueza y estabilidad.
- Ni un solo parado. La reforma y optimización del mercado laboral debe partir de la orientación de los propios profesionales de la administración que conocen a pie de calle la coyuntura que prevalece. Desde el gobierno se dictarán las normas que obliguen a las empresas a recolocar parados a los que les complementarán las prestaciones hasta un tope predeterminado y los impuestos obligatorios por ese salario adicional. Serán “premiadas” con la reducción de sus obligaciones fiscales en consonancia con los puestos contratados. El estado “subvencionaría” a todos los empresarios siguiendo aportando las prestaciones y él se beneficiaría de los nuevos ingresos complementarios por las contrataciones. En España, por ejemplo, serían seis millones los nuevos cotizantes que redundaría en bajar impuestos para las nuevas contrataciones que llegan al mercado laboral y a aquellos parados que no cuentan con ayudas.
- Reforma y optimización del tejido empresarial, con controles para las iniciativas de riesgo. El empresario tiene la obligación de hacer país y aquellos que sean subvencionados serán nacionalizados en caso de quiebra para reintegrar lo prestado. Reforma de todos los tipos de sociedades mercantiles convirtiendo a sus promotores o asociados en garantes físicos de las mismas. La especulación es el cáncer de la industria y por ende de los países.
- Reforma, optimización y protección de los sectores primarios de producción. Con control de precios desde el productor hasta el consumidor. Un estado eficiente y solvente pasa por una estructura social sólida y una agricultura y ganadería consolidada, junto con otros sectores de producción básicos.
- Reforma y optimización de las comunicaciones aéreas, navales y terrestres. Una prioridad que demanda el mercado y las relaciones comerciales. La inversión pública optimizada es la columna sobre la que se asienta la recuperación en los colapsos económicos y mantenimiento en las épocas de bonanza. Deben ser gestionadas por los técnicos de las administraciones correspondientes y visadas por el estado. Toda obra pública debe pasar el filtro del gobierno del país.
Otras muchas reformas deberían ser acometidas en el mismo sentido de las expuestas. Pero estas serían las principales. Dejando para la última medida, pero de inmediata aplicación, abandonar los mercados mundiales del crédito que subyugan a los países, generando la moneda y la deuda por tesoro propio. Y, en el caso de España, promover nuevas organizaciones mercantiles equilibradas y justas con los países árabes y de América Latina (incluida Brasil), impulsando desde ellas la independencia económica y política con los países emergentes (China, India, etc.). Propulsando desde todas ellas el equilibrio social y económico para las más pobres y desfavorecidas.
Fuentes: Imágenes Google.
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