Se decapitó, la voluntad de vivir se la habían hecho añicos mensaje tras mensaje. Por lo que creyó que cumplía un mandato supremo para limpiar su culpa. Lo hizo limpiamente, sin hachas, espadas o guillotina. Tan
solo gritó, ¡me dacapito! No fuera que se enfadaran o le cobraran a sus herederos el trabajo. Y vió nubes de mariposas, golondrinas y vencejos. Campos floreados y jardines de azucenas. Unos cuervos y buitres en lo alto del acantilado que parecían decirle, ¡hiciste bien! Pero no, tan hermosos amigos no podían pensar aquello. Y en su nuevo recorrido observó los caros trajes y la sonrisa socarrona y maliciosa de aquellos que en un gigantesto tablero de ajedrez movia millones de peones. No, no había sobre el cuadrilátero reyes, álfiles, caballos y torres. Tan solo peones que también se decapitaban. Pensó que tenía que avisarles y corrió a buscar su cabeza. Ya la habían puesto a buen recaudo, todo lo tenían previsto. Acongojado, miró de nuevo el tablero con la pena que le oprimía el corazón. Quería ser de nuevo un peón y saltar del tablero para aniquilar a aquellos que lo gobernaban. Gritar es tiempo de insurrección. Y vió como algunos, muchos se rebelaban y mordía los dedos que intentaban manejarlos. Sonrió, quizás su equivocado sacrificio no habia sido inútil. Porque otros no escuchaban los mensajes que le habían llevado a él a tal situación. Y entonces, ... la vida podría ser maravillosa.
Si, mis [email protected] [email protected] bip bip, no seamos rehenes de esos lobos (que no lo son y perdonen los buenos de nuestros amigos) que un día si y otro también quieren que seamos peones decapitados y por tanto sin voluntad. Besos y abrazos...
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